“Quien deje casa, hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ya ahora, en la vida presente, cien veces más… y en la edad futura, vida eterna.” (Mc 10, 28-30).
Estas palabras de Jesús resultan un poco extrañas, ¿o paradójicas?... A primera vista parecería simple e incluso una buena inversión: Quien deja algo, lo que sea, por seguir a Jesús, recibirá el ciento por uno… Hay quien lo entiende de manera literal y, claro, a la vista está que, entendido así, no funciona, ¿o acaso yo he dado un donativo a Caritas de 10 euros y he recibido a cambio 1.000?
Entonces, ¿qué ha querido decir Jesús?
El ciento por uno supone una cantidad exorbitante… Es decir, aunque muchas veces nosotros vivamos como pérdida lo que entregamos –nuestro tiempo, nuestra comprensión, incluso nuestros bienes– todo lo que damos, vuelve hacia nosotros multiplicado, no en bienes materiales (¡ahí es donde para muchos está el mal entendido!) sino en plenitud, en felicidad interior, pues damos a esos bienes su verdadero sentido…
Jesús no se cansa de repetirlo en el Evangelio: el desprendimiento, la generosidad, la desapropiación proporcionan felicidad… Ya lo decía san Pablo recordando unas palabras de Jesús: "Hay más dicha en dar que en recibir"… Sólo el hecho de dar, tiene en sí su propia recompensa… Quienes han seguido esta invitación de Jesús, lo han experimentado y saben que es verdad…
Sí –como escuché hace poco en una conferencia– Jesús es Maestro de felicidad… En la vida actual muchos se presentan como Maestros de felicidad, pero es una felicidad caduca, superficial porque parte de una premisa equivocada: soy feliz mientras más tengo, mientras más aseguro mi vida… Jesús, en cambio, nos ofrece una felicidad que no se agota, una felicidad que colma nuestros deseos más profundos, una felicidad que crece y se multiplica a medida que salimos de nosotros mismos, que nos entregamos, que aportamos nuestro granito de arena para hacer de nuestro mundo un lugar de hijos y hermanos…
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