Esta mañana, en la eucaristía, seguía profundizando en el texto del Evangelio de Mc 10,13-16, y resonaban una y otra vez en mí estas palabras de Jesús: "Si no os hacéis como niños..."
Ayer escribía ya un comentario sobre esta frase, sobre todo, acerca de cómo entender esa invitación a hacernos como niños para entrar en el Reino de los cielos, es decir, para entrar en la "lógica", en la manera de ver y hacer las cosas de Dios...
Esta mañana, al pensar en los niños, me venían dos características, ambas estrechamente relacionadas... Un niño es alguien que, en principio, es insuficiente, es decir, necesita de otro, normalmente sus padres o, al menos, un adulto, para satisfacer sus necesidades... No es que sea incapaz; un niño es capaz de muchas cosas, pero no podría sobrevivir solo... Sin embaro, esto, no es un problema para él, pues sabe que cuenta con personas, normalmente sus padres, dispuestos a velar por sus necesidades... La insuficiencia y la dependencia son dos características básicas...
Esto me dio una nueva luz... Tal vez se trata de recuperar ambas experiencias en nuestra relación con Dios... Recordar que somos básicamente insuficientes... y no porque no seamos capaces de hacer cosas, pero sabemos bien que hay muchas situaciones que no podemos controlar, tenemos experiencia de que necesitamos de los demás pero, sobre todo, es esencial recuperar la conciencia de que necesitamos experimentar la cercanía y el amor de Dios Padre... Recuperar esa conciencia de nuestra radical necesidad de Dios y, al mismo tiempo, recuperar nuestra conciencia de depender de Él, no como algo negativo, sino todo lo contrario, saber que dependemos de Él es tener la experiencia de que estamos en sus manos, en buenas manos... Nuestra vida, en su sentido más profundo y pleno, no depende de los demás ni de las circunstancias, está sólo en manos de Dios... y esto, una vez más, es fuente de seguridad y confianza...
Éste es el secreto de tantas personas que conservan la paz y la serenidad en medio de situaciones difíciles, angustiosas, conflictivas, incluso injustas, en medio de situaciones que parecen no tener salida...
Pongámonos confiadamente en manos de Dios, entreguémosle todas nuestras preocupaciones... no como quien se "despreocupa" de su vida, sino como quien se ocupa descansadamente, porque confía en que la vida, está en manos de un Padre bondadoso que nos cuida y protege...
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