sábado, 24 de abril de 2010

El signo de Jonás (Mt 12, 38-42).

Al final de este capítulo 12, Mateo recoge tres intervenciones de Jesús, aparentemente poco relacionadas entre sí, pero que sirven de conclusión a los cc. 11-12 en los que se han ido presentando distintas actitudes ante Jesús.

La primera intervención es a raíz de que los escribas y fariseos le piden un signo... Si lo pensamos bien, resulta chocante, por no decir otra cosa... A estas alturas, Jesús ha realizado multitud de signos, basta recordar los milagros recogidos en los cc. 8-9. Es por eso que, ante este requerimiento, Jesús responde: “¡Ésta generación perversa y adúltera pretende un signo!”... Es una acusación fuerte... Pero Jesús no tiene pelos en la lengua... El problema de los escribas y fariseos es que tienen la mente y el corazón retorcidos (“perversos”) y que en realidad, no buscan a Dios (“adúlteros”).

Ellos se excusan pidiendo “signos”... Pero, a la vista está, que no hay más ciego que el que no quiere ver... Por eso Jesús dice: “No se les dará otro signo que el de Jonás, que estuvo en el vientre de la ballena tres días y tres noches...”. Con esto, Jesús está diciendo claramente que el gran signo, la gran actuación de Dios será la resurrección, cuando le de la Vida en plenitud a Jesús... Aunque, lamentablemente, este signo tampoco será válido ni para los escribas ni para los fariseos...

Pero Jesús va más allá y continúa denunciando esta actitud cerrada de estos grupos religiosos y pone como ejemplo dos hechos narrados en el Antiguo Testamento. Por una parte, la predicación de Jonás, que movió los corazones de las gentes de Nínive, quienes se convirtieron al Señor... En cambio, “esta generación”, que ha tenido un predicador aún más grande que Jonás, no ha dado credibilidad a sus palabras. Y, como segundo ejemplo, pone a la reina de Saba, que recorrió muchos kilómetros sencillamente para escuchar la sabiduría de Salomón y, obviamente, la sabiduría de Jesús es superior a la de aquel rey...

Ésta es la gran paradoja de siempre... Quienes estaban más preparados, resulta que tienen más dificultades para acoger a Jesús; y, en cambio, personas no pertenecientes al pueblo de Israel, o, sencilllamente, no tan “ilustradas”, pero buscadoras de la verdad, han estado más predispuestas a reconocer y acoger su mensaje... Como el caso de aquellos Reyes Magos que vinieron de Oriente a adorar al “Rey de Israel” y, en cambio, el Rey Herodes, judío, que mandó a asesinarlo...

Todos estos últimos textos que estamos comentando son una llamada fuerte a abrirnos a Jesús, a acoger su mensaje, a reconocerlo como el enviado de Dios, a saber leer los signos que nos da su vida... y, a acoger, sobre todo, el gran signo de la resurrección, que nos dice que Él sigue vivo, en medio de nosotros, conduciéndonos hacia la casa del Padre... No sea que nos pase como a aquella "generación perversa" que, a pesar de todos los esfuerzos de Jesús, no fue capaz de reconocer su mensaje...

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