jueves, 9 de junio de 2016

"No matarás" (Mt 5, 20-26).

En el pasaje anterior, Mateo nos presenta a Jesús como alguien que nos viene a explicar el verdadero sentido de los denominados "preceptos". A partir de aquí, nos va a exponer seis ejemplos concretos. El primero de ellos se refiere a la prohibición universal: No matarás.
Jesús nos hace caer en la cuenta de que no se trata exclusivamente de no ser homicidas, de no eliminar materialmente a otra persona. Jesús va a ser mucho más exigente o, mejor, más radical, pues nos lleva a la raíz de este mandamiento. Jesús nos lleva a mirar nuestro interior, nuestro corazón, nuestra predisposición y actitud hacia los demás. 
Todos sabemos que hay muchas formas de matar... Y no sólo con un cuchillo... Dos maneras terribles de dañar al otro, que es mi hermano y un hijo de Dios, son la lengua y la indiferencia... Y Jesús pone esto al mismo nivel que el asesinato...
En concreto, Jesús nos previene ante tres cosas: el sentir ira hacia los demás, el dirigirle una palabra insultante (faltar le el respeto), hasta llegar a injurias graves o burlas hirientes... Y es que todo empieza en el corazón... El asesinato empieza en una animadversión hacia los demás, en un sentir ira, enfado, resentimiento... Y si no cortamos este sentimiento de raíz, termina convirtiéndose en gestos y palabras hirientes que hacen daño, mucho daño, y que, luego, son difíciles de reparar...
Jesús nos invita a mirar qué hay en nuestro corazón, cómo es nuestra relación con los demás... Somos más propensos a ver los agravios que nos han hecho (o que interpretamos como tales), a cultivar nuestros resentimientos, a ponernos en actitud de víctima, en lugar de mirar si hay personas que a lo mejor se han sentido agraviadas por mí... Nos invita a mirar al otro, a ponerme en su lugar, a no caer en vanas justificaciones sino en buscar la reconciliación, a tomar la iniciativa de acercarme, de reparar cualquier posible daño, sin preguntarme quien tuvo la culpa...
Que el Señor nos dé un corazón reconciliado, que no albergue resentimiento hacia nadie, y que yo, en lo que dependa de mi, ojalá no sea motivo de sufrimiento para los demás...

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