lunes, 13 de junio de 2016

Poner la otra mejilla. (Mt 5, 38-41)

Cuentan que Gandhi era un gran admirador del cristianismo, pese a no ver reflejado en los cristianos el estilo de vida que propone el evangelio. Y, dicen, que su lucha no violenta se inspira precisamente en el texto del evangelio de hoy. Por tanto, lo que nos está intentando enseñar Jesús tiene un potencial enorme.
Este texto ha escandalizado a muchos. Para algunos, es incluso injusto. Acaso no es lícito defendernos de las agresiones? Por qué voy a poner la otra mejilla? No es eso perpetuar el abuso? Ante estas objeciones, me remito sencillamente a Gandhi. Siguiendo las enseñanzas de Jesús, consiguió, ni más ni menos, la liberación de la India del imperio británico. Por tanto, lo que Jesús propone no es la pasividad ni mucho menos el dar razones al agresor para seguir abusando. Lo que Jesús nos propone es romper con la espiral de la violencia.
Un día escuché que el "ojo por ojo y diente por diente" lo único que conseguiría es un mundo de tuertos (incluso ciegos), y mucho trabajo a los dentistas (esto lo añado yo). Devolver mal por mal nunca será la solución.
El "ojo por ojo y diente por diente" fue un avance para la humanidad. Venía a decir: si te han roto un diente, no tienes derecho a responder rompiéndole dos, sino solo uno. Se trataba, por tanto, de dar una respuesta proporcionada... Y esto, sin duda, es ya un avance. Pero Jesús va más allá. Para él no es suficiente una "respuesta proporcionada". Lo único que cambiará las relaciones humanas es, no renunciar a la legítima defensa, sino renunciar a la violencia... Cómo podemos condenar lo terrible de un asesinato con otro asesinato? Cómo podemos eliminar la violencia de nuestras familias, entornos laborales, en el tráfico... si a cualquier manifestación de violencia (un grito, un mal gesto, una zancadilla...) respondemos con un gesto equivalente, por no decir aún más agresivo...?
Jesús nos invita, por tanto, a emprender la verdadera lucha contra la injusticia, renunciando, en primer lugar, a cualquier forma de violencia. No se trata de no hacer nada, sino de vencer al mal a fuerza de bien. No digo que sea fácil; a ratos es muy difícil, pero solo el bien repetido, constante, firmemente realizado, podrá introducir otra dinámica en nuestro mundo.
Jesús murió en la cruz, entre otras cosas, porque renunció a todo tipo de violencia. Dijo la verdad, denunció toda forma de injusticia -la no violencia no es resignación o pasividad- pero no empuñó las armas, no alentó la lucha armada, no respondió al insulto con insulto ni devolvió las bofetadas...
Vencer el mal a fuerza de bien, no luchar contra el mal con sus mismas armas. Luchemos contra cualquier forma de injusticia con las armas de Jesús. No caigamos en la tentación de responder al mal con mal, alimentando así la espiral de la violencia. Creamos en el potencial liberador del camino que nos propone Jesús. 

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