sábado, 3 de septiembre de 2022

XXIII Domingo (Ciclo C): Si quieres ser mi discípulo... (Lc 14, 25-33)


1. LEE: Lucas 14, 25-33

El evangelio de hoy es una llamada a tomarnos en serio nuestro seguimiento. Jesús nos advierte del riesgo de ser cristianos mediocres y nos expone tres exigencias muy concretas: tenerlo a Él como prioridad absoluta, amarlo sobre todas las cosas, incluida nuestra propia familia, personas cercanas, incluso nosotros mismos; en caso de conflicto, la prioridad la tiene Él. Así mismo, nos recuerda que no debemos vivir apropiándonos egoístamente de los bienes, debemos ser desprendidos, pues estos deben tener una finalidad social. En el fondo es una llamada a ser verdaderamente libres, sin vivir apegados a nada ni a nadie sino solo a Él.

Veamos el contexto. Jesús está camino a Jerusalén y lo sigue mucha gente. Entonces Él les dirigirá unas palabras que son una clara advertencia. Por tanto, es una enseñanza dirigida a todos lo que le siguen, no a un grupo “especial”.

La frase que se repite hasta en tres ocasiones es: «no puede ser mi discípulo». Por tanto, lo que Jesús hace es decir con claridad los impedimentos para llegar a ser verdaderos discípulos suyos. Esta es la clave de lectura.

Las tres exigencias que propone Jesús son:
  • Posponer a toda su familia.
  • Cargar con su cruz.
  • Renunciar a todos sus bienes.
Las tres se resumen en una sola: disponibilidad y entrega total. Sin ella no puede haber seguimiento.

La primera tiene muchas traducciones. Literalmente dice: «quien no odia…» Esto es un semitismo que debe entenderse como: quien ama más a su familia o a sí mismo más que a mí… Dicho de otro modo, se trata de tener claras las prioridades y la prioridad absoluta es Jesús. Y recordemos que, no pocas veces, nuestra propia familia, las personas más cercanas y nuestro propio ego pueden ser un impedimento de cara a vivir los valores evangélicos y seguir a Jesús.

La segunda, refuerza esto. Si en momentos de conflicto o a la hora de tomar decisiones esto no está claro, lo más probable es que nos quedemos a mitad de camino y terminemos claudicando. Porque el seguimiento en no pocas ocasiones traerá cruz.

Las dos parábolas usadas por Jesús ilustran estas dos condiciones y nos invitan a una seria y honrada reflexión.

En cuanto a la tercera exigencia, «renunciar a todos sus bienes» no es nada fácil entenderla para nosotros hoy y tendemos a relativizarla. Recordemos que a los que entraban a formar parte de la primera comunidad cristiana se les exigía que pusieran a disposición de la comunidad todo lo que tenían. No se tiraban por la borda los bienes; solo se renunciaba a disponer de ellos al margen de la comunidad. El objetivo era que en la comunidad no hubiera pobres ni ricos, sino que todos tuvieran las mismas posibilidades de acceder a lo que se consideraba de todos.

Hoy, esta exigencia apunta a recordarnos que los bienes, dicho en lenguaje de hoy, deben tener un fin social. Yo no soy dueño y señor absoluto y debo aprender a compartir y recordar que soy administrador del Señor.

Seguir a Jesús es cosa seria. Ser cristiano es más que una tradición, una costumbre, una rutina: exige una radical opción personal de vida en la que se pone en juego lo más interior y lo más auténtico que somos. Hay que des­perezarse, hay que discernir, hay que decidir, hay que optar. El evangelio, llamativa­mente, nos exhorta a saber jerarquizar los valores y, para un discípulo, el supremo valor es Jesús, su persona y su proyecto.

2. MEDITA
  • ¿Hasta qué punto en mi vida lo primero es mi seguimiento a Jesús, vivir de acuerdo a sus valores, construir su Reino?
  • ¿Qué obstáculos concretos (o qué otras prioridades) me pueden impedir un seguimiento más auténtico, comprometido y fiel?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele… Dale gracias…
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

 

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