miércoles, 31 de agosto de 2016

Siempre hay tiempo para lo que queremos... (Lc 4, 38-44)

Solemos decir, con mucha frecuencia, la muletilla de "no tengo tiempo...". A veces no sé si lo hacemos por darnos importancia (ay que ver la de cosas que tengo que hacer...!), por desorganizado, para disculparnos y así justificar el no hacer algo que nos solicitan o porque, como decía al principio, es una especie de frase aprendida que está en el ambiente y que todos terminamos haciendo nuestra...
El tema del tiempo es muy personal y subjetivo... Hay personas que tienen tiempo para todo y, otras, a quienes no les alcanza para nada... Y, en ambos casos, el día tiene 24 horas.
Una vez me dijeron: si necesitas que alguien te haga algo, pídeselo a alguien que tiene muchas cosas que hacer, que seguro sacará el tiempo... Quien no hace nada, curiosamente, no tiene tiempo para nada...
Algo fácilmente constatable es que todos tenemos tiempo para lo que queremos, allí está el quid de la cuestión... Por eso, una manera de saber qué o quiénes son importantes para mí es ver cuánto tiempo les dedico... En esto no hay engaño... De qué sirve decirle a alguien: "eres importante para mí" si, luego, no le dedicó tiempo...
En el evangelio de hoy, San Lucas nos presenta a Jesús en plena actividad... De hecho, desde que sale a la vida pública, casi no tendrá tiempo ni para comer... Por eso, nos da mucha luz ver cómo distribuye su jornada... Jesús tiene tiempo para ir a casa de sus amigos (va a casa de Pedro), tiempo para hacer los favores que le piden (cura a la suegra de Pedro), tiempo para atender a quienes van a verlo por la noche para que cure a algún enfermo o atienda a alguien en necesidad... Y, en medio de esa frenética actividad, saca tiempo para ir a un lugar apartado y estar a solas, en este caso, al amanecer, antes de iniciar una nueva jornada...
Hoy cada vez hay más consciencia de que necesitamos espacios de soledad y silencio... Decir que no tenemos tiempo o, peor aún, que no estamos para perder el tiempo, hoy es inadmisible, pues estudios recientes demuestran que son precisamente esos espacios de silencio los que mejoran nuestra productividad... De hecho, hoy está de moda que en las empresas se faciliten talleres de meditación, mindfulness o similares y que, incluso entre grandes directivos, se incluya en sus agendas días de retiro...
Dedicar tiempo al silencio, a estar con nosotros mismos, con Dios..., no es un lujo, es una necesidad; no es para los que no tienen nada que hacer, si no, todo lo contrario... Puede que sea uno de los ratos de la jornada o del año, mejor empleados...
Hoy podríamos preguntarnos cómo empleo yo mi tiempo, cuánto le dedico a lo que, según yo, es importante. Y, sobre todo, preguntémonos, cuánto tiempo dedico al silencio, a encontrarme conmigo, a cultivar mi interioridad, mi relación con Dios... Sería un buen momento para incluir esto entre mis prioridades... Os aseguro que sería el tiempo mejor invertido...

2 comentarios:

Ricardo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ricardo dijo...

¡Muy bueno! Gracias.