Padre mío,
enséñame a vivir abandonado a tu Providencia,
pues sé que cada día me darás lo que necesito…
No te pido riquezas, ni fama, ni poder…
te pido sencillamente lo que necesito para vivir:
el pan del cuerpo y del espíritu:
el pan de la ternura, el pan del perdón,
el pan de la confianza, el pan del amor…
Padre,
que no viva obsesionado por el futuro,
que no me angustie pensando en el porvenir.
Sí, Padre, tú conoces mi vida
y sabes que muchas veces estoy inquieto por el mañana.
Padre, que no pretenda controlar todas las situaciones
ni tener todas las soluciones en mis manos…,
¡hay tantas cosas que no dependen de mí!
Por eso, quiero vivir abandonado en tus manos,
en tu Providencia que cuida de mí
a través de tantas personas que pones en mi camino.
Y, sobre todo, Padre,
que viva en acción de gracias
por ese pan que me das cada día:
la vida, el amor, las personas que llenan de luz
y de sentido mi existencia…
y por estar Tú en mi vida,
cuidando de mi débil y frágil existencia
y alimentándome con la Eucaristía.
¡Gracias!
Inspirado en un escrito del P. Jorge de la Cueva, SJ, publicado en Magnificat del mes de agosto 2008, pp. 26-31.
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