Jesús termina el Sermón del Monte con una parábola; es decir, con un cuento que nos ayuda a ilustrar una enseñanza. Es la parábola de la casa construida sobre roca…
La cuestión de fondo es la siguiente: ¿Sobre qué podemos apoyar nuestra vida de modo que nos dé solidez y consistencia? ¿Cómo vivir de manera segura?
Esta pregunta no es baladí, más aún ahora que parece que todo da igual… Y, la verdad, no todo es igual… No es igual vivir de un modo que de otro; no es igual vivir con la sensación de estar a la intemperie, sin ningún punto de apoyo, que sentir nuestra vida sostenida por alguien que nos cuida y nos protege, alguien en quien puedo descansar confiadamente… No es igual seguir los criterios que me llevan a competir, a ser el mejor a costa de lo que sea, que los criterios que me invitan a compartir, a amar, a entregarme… Y digo que no es igual, no por una cuestión moral, como si se tratara sin más de algo bueno o de algo malo, sino porque en ello nos jugamos nuestra felicidad en esta vida y, sobre todo, en la Vida (con mayúscula)… Aunque, claro, para ello hay que creer que existe esa otra Vida que es sencillamente la vida en plenitud…
Y Jesús nos viene a decir, una vez más: ¿quieres apoyarte en algo firme?, ¿quieres que tu vida tenga consistencia? ¡Vive de acuerdo a lo que yo acabo de decirte en el Sermón del Monte! Y verás, que si lo haces así, podrán venir vientos, tormentas, riadas, atravesarás todo tipo de dificultades, pero ellas no podrán contigo… tu vida estará segura en mis manos…
Sí, amigos… ¡apoyémonos en algo firme!, ¡apoyémonos en las palabras de Jesús!
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