El Domingo de Ramos es el pórtico de la Semana Santa... Con esta celebración da inicio la "Semana trágica" de Jesús que, al mismo tiempo, ha sido "la hora" tantas veces esperada...
El evangelista Lucas, que es el que hemos estado leyendo en este Ciclo C, a excepción del domingo V que hemos leído el episodio de la adúltera que, en realidad, muchos atribuyen a Lucas y no a Juan, nos ha presentado a Jesús en camino hacia Jerusalén... Jerusalén es la meta... Ningún profeta muere fuera de Jerusalén...
Como bien recordaréis, la liturgia de hoy tiene dos partes bien definidas. Ambas partes, reflejan muy bien las "dos caras" del Misterio Pascual. Por una parte, tenemos la entrada triunfante de Jesús, aclamado por el pueblo... Esto prefigura la entrada triunfante de Jesús en la casa del Padre, después de su vida de fidelidad hasta la muerte. Y, por otro, en la misa del domingo se hace una lectura continuada de la Pasión, para ponernos por delante, de una manera global, lo que vamos a revivir a lo largo de toda la Semana Santa... Es el "triunfo", pero no sin "pasión"; la vida, pero no sin la muerte...
En este comentario, quiero centrarme en un pequeño detalle del evangelio. Me ha llamado especialmente la atención que la gente, a quien aclama, es a un hombre que entra montando un burrito... Y, es curioso, en el evangelio de Lucas queda claro que lo aclaman como Rey... Pero, ¿es que acaso un rey entraría en sus dominios montado en un burro? De este modo el evangelista ilustra de una manera tremendamente gráfica la total ceguedad del pueblo y la nuestra... Jesús no nos engaña... Sí, Él es rey, Él tiene la pretensión de reinar en nuestra vida, en nuestro mundo, pero no como los jefes y mandatarios que todos conocemos, que lo hacen desde la prepotencia y aprovechándose de su poder... No, desde el principio nos deja claro que Él es el Rey de la paz y del servicio, y que nunca usará su poder para obligarnos ni siquiera a hacer el bien... Por eso, hoy sería bueno preguntarnos, ¿a qué Jesús seguimos?
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