La Cuaresma es el Tiempo en el que la Iglesia se prepara a la celebración de la Pascua. Durante estos cuarenta días se nos propone vivir las denominadas tres "prácticas cuaresmales": el ayuno, la limosna y la oración… Para muchos son sencillamente esto: "prácticas", cosas externas que hay que hacer para "cumplir" con la Cuaresma, sin entender su verdadero sentido.
Aunque el nombre de "prácticas" no es muy feliz que digamos, alude a cosas que hay que hacer, pero no por mero cumplimiento, sino porque nos ayudan en nuestra vida cristiana; es decir, en nuestra relación con Dios y con los demás.
Si reducimos el ayuno a no comer (aunque en realidad lo que la mayoría hacemos es la abstinencia de carne, más que no comer), no tiene mucho sentido. En cambio, si el ayuno es una oportunidad de dominar nuestras apetencias, nuestro consumo desenfrenado, ya lo creo que es una ayuda para volver a ser señores de nosotros mismos… vivido así, en sí mismo tiene ya sentido… Y si esto, además, redunda en entregar lo que hemos "ahorrado" al reducir nuestro consumo (de bebidas, tabaco, diversiones…) a Caritas, Manos Unidas, etc., mejor todavía…
La "limosna" es una oportunidad de abrirnos a las necesidades de los demás, de descentrarnos, de compartir lo que tenemos, de mirar más allá de nosotros mismos, hacia quienes pasan verdadera necesidad para sobrevivir… Si, en cambio, se convierte en dar de lo que nos sobra, también por mero cumplimiento, pierde todo lo que tiene de vivencia de la fraternidad…
Y, la "oración", no podemos reducirla a aumentar nuestros rezos o nuestra palabrería… Se trata de dedicar un tiempo de calidad a acoger el amor y la misericordia de Dios con que nos bendice cada día; dejarnos llenar por su amor para ser cauce de ese amor… Por eso en este tiempo cuaresmal se nos propone también la meditación del Via Crucis… Sólo alguien que nos ha amado tanto puede haber sufrido tanto sin devolvernos mal por mal… El amor de Dios no es palabrería vacía; Él nos ha demostrado su amor con obras, aceptando nuestros rechazos y olvidos… Contemplemos a Jesús en su "via Crucis", en su camino hacia la cruz, en su camino de entrega amorosa hasta dar la vida… y aprendamos de Él a vivir la vida así, como una entrega generosa, con la certeza de que el Padre nos acompaña en nuestro caminar, en nuestro dolor, y que hace de ellos una ofrenda que redundará en una lluvia de bendiciones para todos los que nos rodean…
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