El episodio de la curación en sábado de un hombre con la mano paralizada es digno de ser contemplado antes que comentado… Por tanto, empecemos recreando la escena…
Jesús acaba de tener un enfrentamiento por el modo en que sus discípulos guardan el sábado (arrancaban espigas para saciar el hambre). Acto seguido, entra en la sinagoga, que es probablemente hacia donde se dirigían, como todo buen judío en día sábado. Y aquí, quien busca el conflicto son los mismos fariseos que le plantean una pregunta capciosa, con el único deseo no de comprender mejor la ley, sino de tener de qué acusarlo, es decir, de tener cargos que presentar contra él… Qué fuerte… Como cuando muchas veces en realidad no se busca la verdad sino hacer caer a la otra persona, como decimos vulgarmente, le “ponemos un palito” a ver si lo pisa… Y Jesús, como en tantas ocasiones, contesta con otra pregunta y, sobre todo, con una situación práctica, no teórica, pues la vida se juega en nuestra práctica concreta, no en nuestras disquisiciones de escritorio… Y lo que dice es tan obvio… Vamos a ver, ¿a que si tenéis una oveja en peligro, aunque sea sábado, la rescatáis? Y concluye con una afirmación contundente: “Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja!” (Mt 12, 11-12). Por tanto, la conclusión es evidente, ¡pues claro que es lícito hacer el bien (no sólo curar) en sábado! Y para demostrarlo, llama a aquel pobre hombre que tenía la mano paralizada y le dice: “Extiende tu mano” (no es Jesús quien se la extiende). Y, efectivamente, siguiendo las indicaciones de Jesús, extiende su mano y comprobó que estaba restablecida… ¡Impresionante!
La enseñanza, en realidad, viene a confirmar lo que ya había dicho en el episodio anterior. No es que Jesús quiera aparecer por encima de la ley y que se complazca en violarla para provocar enfrentamientos, ni siquiera como autoafirmación y gesto de libertad absoluta, ¡no! Quien actúa así en nombre de Jesús, tampoco ha entendido lo que Jesús quería decir… Jesús intenta ayudarnos a comprender no tanto lo que tenemos que hacer (normas, preceptos), sino cómo tenemos que vivir y esto, por supuesto, se traduce en acciones. Una vez más lo que nos viene a decir es que lo que Dios quiere es que hagamos el bien siempre… Por tanto, quien interprete el sábado (o cualquier otra norma religiosa) como una limitación a este deseo de Dios (¡además en nombre de Dios!), no está en lo correcto… Es decir, en nombre de Dios, no puede justificarse no hacer el bien… El bien del hombre está por encima de todo, esto es lo que Dios quiere… Y el hombre es más que una oveja, y, desde luego, más que un ballena…
Grabémonos bien esto en la mente y en el corazón, Dios no entra en conflicto con el ser humano, como si hubiera que elegir entre amarlo a Él o amar al prójimo; no. A Dios se lo ama y se lo sirve amando y sirviendo a quienes nos rodean, más aún a quienes tienen especial necesidad… ¡Ésta es la religión de Jesús!
Lo terrible de este episodio es que, al final, los fariseos, en vez de haber aprendido algo, o al menos replantear su modo de entender la ley, deciden eliminar a Jesús… ¡Tremendo! (Mt 12,14). Realmente quien hace el bien molesta porque nos pone en evidencia y nos complica la vida…
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