martes, 5 de enero de 2010

Fiesta de los Reyes Magos o de la Epifanía del Señor (Mt 2, 1-12)

El día 6 de enero la Iglesia celebra la Fiesta de la Epifanía del Señor, popularmente conocida como la Fiesta de los Reyes Magos. En muchos países, esta fiesta se celebra el domingo más próximo al 6 de enero; por eso, muchos de vosotros seguramente ya la habéis celebrado el domingo pasado… por lo que el día 6 pasa “sin pena ni gloria”. En otros, tiene una particular relevancia, pues es el día en que los niños reciben sus tan deseados juguetes…

Esta fiesta no es sin más una tradición popular entre otras, pues tiene su origen en los relatos de la infancia elaborados por el evangelista san Mateo. El domingo pasado os decía que los relatos de la infancia pretenden darnos a conocer, desde el principio, la identidad de Jesús; es decir, quién es y cuál es su misión.

Mateo no narra propiamente el nacimiento de Jesús, aunque deja claro el lugar del mismo: Belén; en esto coincide con Lucas. En cambio, tiene interés en narrar la visita de unos magos venidos de Oriente… ¿Por qué?

Es curioso. En el evangelio de Lucas son unos pastores, es decir, unos pobres, quienes visitan a Jesús; en el evangelio de Mateo, en cambio, son unos sabios… La razón es sencilla y coherente con ambos evangelios… Lucas tiene especial interés en resaltar que Jesús ha venido sobre todo para los pobres, los excluidos, los marginados, los que no cuentan… ¡precisamente estos son los preferidos de Dios!… ¡Dios se fija en quienes nadie se fija!… Y son estos quienes acogen su mensaje con más facilidad... Mateo, en cambio, como escribe para judíos convertidos al cristianismo, quiere resaltar que el evangelio es para todos, es universal… Y eso porque los judíos tenían la tendencia a creer que, al ser el pueblo elegido, Dios vendría exclusivamente para ellos… En realidad, ésta es una tentación muy frecuente, pues muchas veces nos seguimos empeñando en separar a la humanidad entre creyentes e increyentes, justos y pecadores, etc., cuando Jesús se encarnó por todos y para todos, no para un pueblo, una raza o una religión, sino que, como dice el Prólogo de san Juan, “Jesús es la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1,9), no sólo a los cristianos.

El evangelio nos recuerda que Dios es Padre de todos… Que Él llama a todos… Y que quien lo busca con sincero corazón, como aquellos Magos de Oriente, lo encuentra… Dios está deseando ser encontrado… No juega al escondite… Pone muchas estrellas en nuestro camino que nos conducen hacia Él… el tema es dejarnos conducir, seguir las pistas que Él nos ofrece…

Que no nos ocurra como en este relato en el que, paradójicamente, quien encuentra a Jesús no es Herodes, un judío que conocía la profecía, pero a quien no le interesaba en absoluto, sino unos “paganos” que, sin haber escuchado nunca las Escrituras, “creyeron” en el mensaje de aquella estrella y la siguieron…

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