domingo, 4 de septiembre de 2016

Condiciones para ser discípulos de Jesús. (Lc 14, 25-33)

Jesús, siempre desconcertante en sus propuestas, nos señala tres condiciones para seguirlo. La primera: Si uno viene a mí y no me ama más que a su padre, su madre, su mujer, sus hijos, sus hermanos, sus hermanas, hasta la propia vida, no puede ser mi discípulo. Jesús centra todo en el amor. Lo hace con palabras que parecen ir contra la grandeza y la fuerza de nuestros afectos, que son fuente de felicidad en nuestra vida. Pero, el verbo central de la frase es: si uno no me "ama más". Por tanto, no se trata de restar sino de sumar.
Jesús no pretende que no amemos, sino que añade un "más". El discípulo es aquel que, sobre la luz de sus amores, proyecta una luz más potente. Y el resultado no es una disminución sino un potenciamiento: Tú sabes lo hermoso que es amar y ser amado, lo importante que es el cariño de la familia; pues yo te ofrezco algo aún más hermoso. Jesús es la garantía de que tus amores serán más profundos y luminosos, porque Él tiene la llave del arte de amar.
La segunda condición: Llevar la propia cruz y seguirlo. No banalicemos la cruz. No la reduzcamos a una simple imagen de las inevitables dificultades de la vida, de los problemas en la familia, nuestros cansancios o enfermedades que debemos soportar con paz. En el evangelio "cruz" es el culmen y el resumen de toda la vida de Jesús: amor sin medida, amor desarmado, valiente, que no se echa para atrás, no engaña, no traiciona...
La primera y la segunda condición: amar más y cargar la cruz, se iluminan mutuamente; cargar la cruz significa amar hasta el fondo. Jesús no ama a medias, pues eso produce tristeza: si tienes que construir una torre, primero siéntate y calcula bien si tienes los medios suficientes para hacerlo. Quiere de nosotros respuestas libres, maduras, ponderados e inteligentes.
Y continúa con la tercera condición: si alguno de vosotros no renuncia a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo. La renuncian que pide Jesús no es un sacrificio sino un acto de libertad: libérate del ansia de poseer, de la ilusión que te hace pensar: "yo tengo, yo acumulo, por tanto, yo soy y yo valgo". "Un hombre no vale por lo que posee o por el color de su piel, sino por la calidad de sus sentimientos" (M. L. King). "Un hombre vale lo que vale su corazón" (Gandhi).
No te dejes atrapar por las cosas: tu vida no depende de tus bienes. Deja las cosas y toma sobre ti la calidad de los sentimientos. Aprende no a tener más, sino a amar más. Jesús no pretende posesionarse de la persona, sino liberarla, dándole alas que le permitan volar hacia una mayor libertad, un mayor amor, una mayor consciencia. Por eso, nombrar a Cristo, hablar del evangelio equivale siempre a llenar el corazón de amor y de vida.
(Ermes Ronchi. Traducido del italiano. www.retesicomoro.it)

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