lunes, 26 de septiembre de 2016

El veneno de la envidia. (Lc 9, 46-50)

La envidia, el deseo muchas veces inconfesable e inconsciente de querer estar por encima de los demás, la necesidad de sentirnos superiores, está profundamente arraigado en el corazón humano... Y todo ello tiene una raíz común: el compararnos con los otros, el no aceptarnos y valorarnos como somos...
La envidia, ese ver a los que están a nuestro alrededor como rivales, ese sentirnos muchas veces en inferioridad de condiciones, "maltratados" por la vida, por la "naturaleza", incluso por Dios, nos hace profundamente daño... Sentimos que los demás tienen más suerte que yo, son más inteligentes que yo, tienen más cualidades que yo... Ese verme desde lo que "no tengo", en vez de descubrir lo maravilloso que soy, las enormes potencialidades que tengo, me empequeñece por dentro y enrarece las relaciones humanas... Somos diferentes, tenemos cualidades distintas..., igual que en la naturaleza hay multiplicidad de flores, árboles, colores, olores, sabores... Nuestras diferencias no deberían separarnos sino llevarnos a la mutua admiración, a la colaboración, que es lo contrario de la envidia...
El evangelio, hoy también nos da luz sobre esto. Jesús es un profundo conocedor de la naturaleza humana... Se da cuenta de que sus discípulos pugnan entre ellos para ver quién es el "primero"... Y él aprovecha la ocasión para enseñarles... No habla de competir con el otro sino de acogerlo... Acogerlo en su riqueza y en su diferencia... Acogerlo como se acoge a un niño, sin miedo..., con cariño, con ternura...
No tengamos miedo a que los demás nos hagan "sombra"... Tengamos la grandeza de reconocer lo bueno que los demás nos aportan, aunque no sean de "los nuestros"... Dios está presente en todo lo bueno y lo bello..., pero para reconocerlo en los demás, debemos reconocerlo en nosotros mismos...
No nos comparemos... Qué sentido tendría que una margarita se compare con un manzano... Cada uno tiene su riqueza... Yo tengo mi propia belleza... No soy más ni menos que nadie... Seamos agradecidos por todos los dones que hemos recibido... Si hiciéramos una lista, nos quedaríamos profundamente sorprendidos... Y demos a los demás, el regalo de nuestro aprecio y amor sinceros...

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