viernes, 14 de octubre de 2016

Al final, todo se sabe... (Lc 12, 1-7)

Una de las profesiones más valoradas en la actualidad es el periodismo de investigación. Es increíble la de cosas que han llegado a saberse gracias a profesionales que buscan con honestidad y sin miedo, la verdad. 
Pensando en esto, vienen a mí todos aquellos casos de corrupción que colman los titulares de los periódicos. Personas en otro tiempo honorables, con un gran prestigio personal, profesional y con gran autoridad moral, hoy aparecen sencillamente como personas corruptas. Nunca jamás pensaron que, a la larga -o a la corta-, todo se sabe...
El evangelio de hoy trae una de esas sentencias lapidarias de Jesús: "Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse y nada hay escondido que no llegue a saberse". Y, efectivamente, así es...
Hay personas a quienes las detiene el miedo a ser descubiertas... ¡Cuántas cosas se harían si se tuviera la absoluta seguridad de que nadie lo sabría jamás...! Y, de hecho, muchas se hacen porque se piensa que no serán descubiertas. Recuerdo que en un programa de radio se lanzó esa pregunta: "¿qué harías si tuvieras la seguridad de que no llegaría a saberse?", "¿serías infiel a tu esposa..., aceptarías un soborno..., te apropiarías de una billetera encontrada por casualidad? Sin embargo, esto supone una conciencia moral inmadura. Se trata de actuar por principios, por valores, independientemente de que algo llegue o no a saberse..., de que alguien me esté "mirando"...
Si te hicieran aquella pregunta de la radio, tú, ¿qué dirías?
Seamos personas honestas, íntegras, sin doble fondo, sin agendas ocultas..., no por miedo sino por convicción, porque me sale de dentro... Jesús era así...

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