jueves, 13 de octubre de 2016

Responsabilidad personal y responsabilidad colectiva. (Lc 11, 47-54)

Hay decisiones, sucesos, acontecimientos de los que nadie asume la responsabilidad; esta se diluye en las leyes, las estructuras, incluso la mala suerte. Por eso, algo que hay que rescatar con urgencia es el sentido de la responsabilidad personal.
En estos días pasados, a todos nos han golpeado las imágenes de Haití, al ver las consecuencias del paso del huracán Mathew. Las imágenes son desoladoras. Más de un millar de muertos, millones de damnificados... Hay quien dice, qué mala suerte... Sin embargo, si nos ponemos la mano en el corazón, ¿es solo mala suerte?
Cuando vemos las imágenes de los miles y miles de refugiados que llaman a las puertas de los países europeos, millones que deben abandonar sus casas, ¿es mala suerte?
Los desastres naturales no los podemos evitar, pero sus estragos dependen en gran medida de las condiciones de las ciudades por las que pasan, y eso no es buena o mala suerte, detrás de ellos hay personas que toman decisiones o que, simplemente, pudiendo hacerlo, no hacen nada por evitarlo... Detrás de muchas guerras, hay decisiones, intereses personales... Esto no ocurre por cosas del destino... Ni por mala suerte... En muchas de las situaciones que hoy sufren millones de personas, hay una responsabilidad personal y una responsabilidad colectiva... personas que toman decisiones y personas, pueblos, países, naciones, que con nuestro silencio o nuestro mirar para otro lado, de alguna manera también somos responsables. 
Hoy Jesús tiene palabras duras: "vosotros edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron". Esa sutil hipocresía con la que nos rasgamos las vestiduras ante lo que vemos, e incluso luego colaboramos en las campañas de ayuda humanitaria, sin cuestionar las políticas de fondo que están al origen de estas crisis humanitarias.
Retomemos la consciencia de nuestra responsabilidad personal en muchas de las situaciones que suceden en nuestra aldea global. Rompamos con esa sensación de que no podemos hacer nada. Pequeñas gotas de agua terminan formando los océanos... No seamos cómplices con nuestra silencio o nuestra indiferencia... Hagamos, cada uno, lo poco o lo mucho que esté en nuestras manos... Pequeños gestos cambian la vida de personas concretas...

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