sábado, 8 de mayo de 2010

Invitados a ser "familia de Dios" (Mt 12, 46-50)

El texto que vamos a comentar a continuación, precisamente porque suele ser leído fuera de contexto, suele ser motivo de discusión y desconcierto. En él se viene a decir poco más o menos lo siguiente: Resulta que Jesús está hablando a la gente y, de pronto, vienen su madre y sus hermanos, que desean hablar con él. Se lo dicen y Jesús responde con aquella enigmática frase: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?" Y, claro, la polémica está servida.

Para muchos, ésta es una respuesta un tanto "despreciativa" hacia su familia, concretamente hacia su madre, como si al decir esto estuviera marcando una fría distancia con ella. Para otros, es la prueba irrefutable de que Jesús tuvo otros hermanos y que, por tanto, la virginidad de María es un invento de la Iglesia Católica. Pero, bueno, vayamos por partes.

Este texto es una buena ocasión para insistir, una vez más, en la necesidad de leer las cosas en su contexto para poderlas interpretar correctamente.

Si os acordáis, estamos en la sección del evangelio de Mateo en que el tema central es el rechazo que experimentó Jesús durante su vida pública (cc. 11-12). Y el evangelista termina esta parte narrativa precisamente con esta escena; por tanto, es una especie de colofón…

El mensaje es sencillo. Jesús fue rechazado no sólo por los dirigentes religiosos, sino que el evangelista habla en general de "esta generación incrédula y malvada" (Mt 11, 16-19; 20-24; 12, 38-42; 43-45…) Pero, al mismo tiempo, nos habla de un pequeño grupo que sí lo acogió. Así, por ejemplo, tenemos a Juan el Bautista que, aunque desconcertado por la actuación de Jesús, está totalmente abierto a recibirlo (Mt 11, 2-15). O "aquellas gentes sencillas" que de manera espontánea han entendido el mensaje del Maestro, en evidente contraste con los "sabios y entendidos" (Mt 11, 25-30). Por tanto, es en este contexto donde hay que situar la afirmación: "Estos son mi madre y mis hermanos (dirigiéndose a sus discípulos). Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre de los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre". Con ello, no lanza un mensaje despreciativo hacia su familia, sino que lo que está diciendo es que su familia es mucho más amplia… No es una familia hecha por lazos de sangre o de raza, sino que su familia, la familia de Dios, está formada por todos aquellos que acogen su mensaje y lo ponen en práctica. Si os acordáis, es lo que ya había dicho al terminar el Sermón del Monte (Mt 7, 21-27). Por tanto, no sólo no marca un distanciamiento con su madre, sino que lo que hace es invitarnos a formar parte de su familia… ¡Qué cosa más hermosa!

Y en cuanto al tema de los hermanos de Jesús, ya sabéis que es una polémica no zanjada del todo, pues el término "hermano" tiene un sentido amplio y puede referirse tanto a los hermanos de sangre como a los primos… Sin duda Mateo no cuestiona la virginidad de María, puesto que ya la ha afirmado al hablar de la concepción de Jesús (Mt 1, 18-25); y, respecto a sus "hermanos", en Mt 13, 55 da el nombre de cuatro de ellos: Santiago, José, Simón y Judas. De los dos primeros sabemos que eran hijos de una María distinta a la madre de Jesús (Mt 27, 56), confirmando así el sentido amplio de ese término.

Pero, bueno, quedémonos con lo realmente importante… Somos llamados a ser familia de Dios y, para ello, el único "requisito" es escuchar su Palabra, acoger su mensaje y ponerlo en práctica. Es decir, llevar a la vida todo lo enseñado en el Sermón del Monte (cc. 5-7) y realizar las mismas acciones liberadoras del Maestro (cc. 8-9).

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