Al concluir el discurso sobre las Bienaventuranzas, Jesús dice a su auditorio: "Vosotros sois la luz del mundo... Vosotros sois la sal de la tierra..." El Señor no nos llama a ser ese sol fulgurante que brilla hasta poder enceguecer, sino la luz humilde que ilumina lo que tiene alrededor... Tampoco nos invita a ser un plato suculento, sino una pizca de sal que no se ve, pero que es la encargada de dar sabor a ese plato delicioso... Con ello nos invita a tener una presencia humilde, callada, aparentemente oculta, pero una presencia que haga la vida de los que nos rodean más llevadera, más luminosa, más "sabrosa"...
Que durante el día de hoy nuestra presencia dé un rayito de luz a alguna persona que me encuentre en el camino y que mi modo de ver la vida, de hablar, de juzgar, sea la sal que dé a la vida otro sabor, el sabor de Dios...
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