El evangelio de hoy (Mc 12,13-17) nos narra una trampa que los fariseos y herodianos tienden a Jesús. Impresiona ver cómo, sobre todo los fariseos, hombres profundamente religiosos y adoradores de Dios, lo que pretenden no es buscar la verdad sino cazar a Jesús, ponerlo en aprietos con una pregunta comprometida. Pero en esta ocasión no nos vamos a centrar en dicha pregunta sino en los términos en los que se dirigen a él: “Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente”. Es una de las descripciones más bonitas de Jesús, realmente es su retrato… y dicho por sus enemigos tiene aún más valor…
Es en ese retrato en el que nos deberíamos mirar… Ojalá pudieran decir también de nosotros: “Realmente eres una persona sincera y que no te importa de nadie; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente…”
Por un momento veámonos en Jesús como si fuera un espejo… ¿Se podría decir esto de nosotros mismos? Si es así, démosle gracias… Si aún nos falta algo, pidámosle al Padre que nos llene de su Espíritu para irnos pareciendo cada vez más al único que deseamos asemejarnos: su Hijo y hermano nuestro, Jesús.
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