martes, 12 de julio de 2016

El lamento y la frustración de Jesús. (Mt 11, 20-24)

Decimos que Jesús es el rostro y el corazón de Dios, y es verdad... Un Dios que acoge, que no juzga; un Dios compasivo y misericordioso; un Dios paciente, que confía en el ser humano; que se conmueve ante nuestras miserias, que goza con nuestras alegrías... Un Dios que ha bajado para caminar con nosotros, para saber lo que es ser hombre... Por eso, parte el alma y conmueve las entrañas, escuchar en labios de Jesús una especie de lamento, un "ay"... Y, ese lamento, es también el lamento de Dios...
Y de qué se lamenta? Qué es aquello que le produce tanto dolor? La dureza de nuestro corazón..., ese empeñarnos en seguir con nuestras actitudes, posturas, reacciones, comportamientos que nos autodestruyen y dañan a los demás... 
Muchos teólogos y filósofos se han preguntado si Dios sufre... Muchos han concluido que no, que Dios no puede sufrir, pues el sufrimiento implicaría una carencia, una limitación. Sin embargo, otros sostienen que si Dios es amor, su corazón sufre, pues cuando se ama, lo que le sucede al ser amado, nos afecta... Y a Dios le afecta lo que hacemos... Y se lamenta...
Este lamento recuerda tantos lamentos que expresan los profetas en el Antiguo Testamento... Y viene a decir, qué más tengo que hacer para que te abras a mi amor, para que lo acojas, para que te conviertas...? Qué más, para que ames a tus hermanos, para que no juzgues, para que seas con los demás sencillamente como yo soy contigo...?
Dice Jesús: "Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido"... Y le pregunto, Señor, dirías también eso de mí...? Qué siente tu corazón cuando contemplas mi vida, mis actitudes, mis comportamientos cotidianos...?
Señor, cuántos milagros has hecho en mi vida, cuántos gestos de amor, de misericordia... Y yo? Cuál es mi respuesta...? Ojalá encontrarás en mí consuelo, el consuelo de alguien que, con sus limitaciones, intenta seguirte, intenta ser una pequeña gota de rocío en un mundo sediento de Ti...
Abre mis ojos para ver los milagros que obras por mí cada día... La vida, el amor, la amistad... Y que responda a ese amor con amor, con servicio, con entrega... Y que eso dé consuelo a tu corazón herido...

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