jueves, 7 de julio de 2016

"Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis". (Mt 10, 7-15)

Podríamos decir que la esencia del cristianismo es el amor, la entrega, la donación, el servicio. Por eso, cuando Jesús nos dice cuál es nuestra misión en este mundo, nos dice: Da. Y a este "dar", le añade "gratis"... Esto le da un matiz particular... Hay que dar, sí, pero no de cualquier manera... 
Dar gratis significa dar sin esperar nada a cambio, sin esperar recompensa. Y no me refiero solo a una retribución económica. Muchas veces, sin darnos cuenta, caemos en la trampa de dar "gratis", cuando en el fondo estamos esperando reconocimiento, agradecimiento, valoración por parte de los demás. Sí, muchas veces damos, pero con el ánimo de recibir... En qué se nota? En nuestras quejas cuando no nos lo agradecen, cuando no aprecian lo que hacemos; en la desmotivación: total..., para qué hacerlo si nadie se da cuenta; en nuestros sutiles "pasar factura"... Por eso, a veces el "dar" se nos vuelve cuesta arriba, nos agota, incluso podemos llegar a sentirnos injustamente tratados, hasta llegar a sentir que abusan de nosotros... Cuando llegamos a este punto, hemos caído en la trampa pues, si se trata de dar gratis, por qué lamentarnos por la falta de recompensa...
Dar gratis es de las posturas más liberadoras, pues no hago depender mi modo de ser y de vivir de la respuesta de los demás... Pero reconozcamos que no es fácil... ¿De dónde brota esa capacidad de darse sin medida que tienen algunas personas? Y la respuesta nos la da el evangelio de hoy. Jesús dice: "lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis". Ese "dar gratis", la vida entendida como donación, entrega, servicio, brota de la experiencia de que somos personas profundamente bendecidas, de la consciencia de la cantidad de cosas que hemos recibido y que recibimos todos los días de manera totalmente gratuita... Piensa en ellas, haz una lista...
En los Ejercicios espirituales de San Ignacio hay una petición: Tomar consciencia de tanto bien recibido para que, enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir... Y vivir en esta dinámica, nos hace profundamente felices pues estamos llamados a ser como Dios, que es puro don y entrega...
Cultivemos esa consciencia de tanto bien recibido... Demos gracias por las pequeñas y grandes cosas que nos regala la vida, los demás, Dios... Tengamos una mirada y un corazón agradecidos... Y eso, muy probablemente, nos ayudará a hacer de nuestra vida un don para los demás y, por ende, me hará más feliz.

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