sábado, 9 de julio de 2016

"No tengáis miedo..." (Mt 10, 24-33)

A lo largo de la Sagrada Escritura, muchas veces Dios se dirige a nosotros diciéndonos: "No tengáis miedo". Y me ha llamado especialmente la atención que, en el texto de hoy, Jesús lo dice tres veces, es decir, insiste con fuerza en ello... 
El miedo es una emoción básica, primitiva. Gracias al miedo, el ser humano ha sobrevivido hasta llegar al día de hoy. 
El miedo es lo que nos ayuda a reaccionar ante lo que percibimos como una amenaza. Y la respuesta puede ser la huida o el ataque. Huimos si no nos sentimos capaces de enfrentar el peligro; o, atacamos, con la pretensión de vencerlo. Por eso, el miedo, en principio, es sano...; supone lucidez, evita que asumamos riesgos innecesarios y hace que nos protejamos adecuadamente.
A qué se refiere, entonces, Jesús, cuando nos anima a no tener miedo?
En este evangelio, en concreto, se refiere al miedo a lo que nos "mata": la crítica -incluso las calumnias-, el miedo al qué dirán, el miedo a ser diferentes, el miedo a las consecuencias que puede tener el manifestarnos como cristianos... Y cuando se escribe este evangelio, el miedo estaba justificado, pues el seguir a Jesús muchas veces se pagaba con la vida.
Y, sí, cuántas veces dejamos de hacer cosas por miedo... Defender una causa justa, ponernos de parte de alguien, enfrentarnos a personas que luego podrían tomar represalias... En este caso, la amenaza no es un león o una serpiente que el hombre primitivo podía encontrar en el campo... La amenaza es el miedo al rechazo, a jugarnos la vida, a las consecuencias de nuestros actos... Perder el trabajo, perder un amigo, perder...
Ante el miedo, Jesús nos invita a mirar más allá... "No tengáis miedo a los que pueden matar el cuerpo pero no pueden dañar el alma". Lo que viene a decir, que no tenemos por qué tener miedo pues, en el fondo de nuestro ser, nadie nos puede hacer daño... Hay un núcleo esencial, ese lugar donde Dios habita, que nadie puede tocar...
Una vez más, Jesús es realista. Sabe que en la vida hay dificultades, que en ocasiones incluso nos podremos jugar la vida... Por eso nos anima a vivir con todas las consecuencias, sin miedo... Por qué? Porque, en definitiva, nuestra vida, mi vida, está en sus manos, en las manos de nadie más. Y, en sus manos, estoy segura.
La respuesta al miedo no es solo la huida o el ataque. La respuesta al miedo, el modo de vencerlo es la confianza... La confianza de que mi vida está sostenida por las manos amorosas de mi Padre Dios... Y la confianza no nos hace débiles o pusilánimes... Los grandes Santos fueron audaces, valientes...
Dolores Sopeña una vez comentó: "Dicen que somos valientes; nuestra valentía consiste en la fe"... Y sí, sabernos en manos de Dios nos hace invencibles...

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