viernes, 1 de julio de 2016

Misericordia quiero y no sacrificios. (Mt 9, 9-13)

No sé por qué tenemos la tendencia a ver las cosas blancas o negras, a pensar en términos de todo o nada, a juzgar las situaciones y las personas poniendo el acento en lo negativo... Tenemos una necesidad urgente de educar nuestra mirada, de quitarnos las cataratas de nuestros ojos.
Jesús tiene la mirada limpia porque tiene un corazón comprensivo y misericordioso; es decir, el corazón de Dios.
Para Jesús no hay buenos y malos, justos y pecadores. Para Jesús hay personas sanas y enfermas, que lo que necesitan es un médico, no un juez o alguien que las termine de hundir... Por eso, nunca da al enfermo por perdido, sino que le tiende la mano, le devuelve la salud; es decir, lo devuelve a su condición de ser humano, hijo de Dios, hermano de todos... 
Jesús fue duramente criticado por comer con publicados y pecadores, por frecuentar gente "mal vista", personas despreciadas por quienes se consideran justos, intachables... Y he aquí un error de raíz, considerarnos superiores, mejores que los demás, esa superioridad moral que esconde una sutil soberbia y, en no pocos casos, una solapada falta de estima personal que, para compensarla, necesita humillar a los demás... Qué sutiles somos y, en el fondo, que poca consciencia de nosotros mismos...
La humanidad no está formada por buenos y malos... No sé si conocéis esta historia. Un día, alguien le preguntó a un sabio: si blanco es santo y negro, pecador, de qué color me ves? Y el sabio contestó: A rayas... Y, sí, todos tenemos algo de santos y algo de pecadores...
Las Catequistas Sopeña tenemos la costumbre de, en la cena de la víspera, leer el evangelio del día siguiente. Cuando ayer terminamos de leer este evangelio, la persona de más edad de la comunidad, exclamó: "Menos mal!" Sí, menos mal que Jesús ha venido a buscar a los pecadores, porque eso significa que ha venido por mí y para mí.
Tengamos esta mirada de Dios. Misericordia quiero y no sacrificios, dice el Señor. Tengamos ojos comprensivos y misericordiosos hacia nosotros mismos y hacia los demás... Tengamos el corazón de Dios.

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