miércoles, 27 de julio de 2016

La fuente de la alegría. (Mt 13, 44-46)

Hoy el evangelio nos habla de la alegría... Solo el leerlo me ha dejado esa sensación...
Como en tantas ocasiones, Jesús nos narra una pequeña historia. Se trata de un comerciante de perlas finas. Por tanto, de alguien que realmente entiende de perlas... De alguien que busca buenas perlas para poder venderlas... Y me quedo con estos dos verbos: sabe lo que busca y entiende, distingue lo que realmente vale la pena... Por eso, rápidamente reconoce que la perla que ha encontrado, tiene un valor extraordinario, incalculable, y experimenta una gran alegría, la alegría de quien encuentra aquello que lleva mucho tiempo buscando y que, además, sabe que tiene tal valor, que es capaz de vender, dejar, deshacerse de todo lo que tiene, para adquirirla... Y lo que deja no es nada comparado con lo que adquiere. Qué imagen más bonita para hablar de la experiencia de Dios...! Encontrar a Dios, descubrirlo presente en nuestra vida, produce una alegría indescriptible... De hecho, o nuestra experiencia religiosa nos proporciona alegría, profundo gozo en el corazón, o no es una auténtica experiencia religiosa... He aquí otro criterio de discernimiento, otra pista para distinguir si es una experiencia auténtica...
Por eso, cuando me encuentro personas para quienes la religión es una carga, un yugo, una serie de normas, preceptos y prohibiciones, hay algo que no va bien... La religión, cuando es portadora de auténtica espiritualidad, nos aligera por dentro, nos libera, nos da paz, alegría, plenitud... De ahí que el Papa Francisco insista tanto en la alegría, hasta el punto de haber titulado a uno de sus grandes escritos La Alegría del Evangelio...
Los cristianos tenemos muchos motivos para estar alegres. La alegría no es falta de problemas, sufrimientos o dificultades... La alegría es sabernos y sentirnos profundamente amados, salvados, acompañados... Contagiemos esta alegría profunda, esta alegría serena... Mostremos el rostro de un Dios que nos ama, de un Dios que no pide sino que da, se nos da; de un Dios que no exige sino que sencillamente nos ama y nos quiere felices...

No hay comentarios: